THE OBJECT LAB
The object Lab.
(El laboratorio de objetos)
El minimalismo no es el arte de simplificar los conceptos en las obras, ni la capacidad de eliminar aquello que se considera sobrante; tampoco es la tendencia de centrarse en lo concreto obviando lo demás, sino el arte de dar importancia a lo que sería ignorado por cualquiera dentro de tantos universos llenos de estímulos. Aún así, esto no sería una definición universal, sino una que sirve para entender la nueva etapa creativa de Koko Che Jota.
El bagaje emocional ligado a las diferentes colecciones que Koko ha sacado a la luz en los últimos años tiene un costo personal que se paga con gusto, con la sensación de no haber dejado nada al azar, ya que el amor al arte ha estado siempre en primer plano. Mientras que conceptualizar es una virtud, la demanda de darte a conocer, de exponerte y exponer, es una necesidad exigente, al punto de pasar demasiado tiempo pensando en los algoritmos de las redes sociales y en el ritmo de crecimiento. Aunque no se reduce al trabajo en internet, y en los últimos tiempos ha tenido la confianza de tiendas especializadas que incluyen sus obras como parte del catálogo, así como de galerías de arte que la representan exponiendo su trabajo en distintas ferias y exposiciones por todo el país, además de vender las colecciones en sus propios locales repartidos por Barcelona, Madrid, Berlín, San Sebastián, Málaga, Sevilla, Mérida, Valencia... Sin embargo, tras esos paréntesis, Koko no deja de ser una artista independiente, cuyo motor depente del taller como epicentro de todo movimiento que llegue al exterior y eso le obliga a cargar con tareas de networking, de gestión de materiales e inventariado, de promoción y de toda esa logística relacionada con la paquetería y envío de las obras vendidas a través de la página. Tareas no creativas que, en lugar de crear un camino, construyen una rueda de hamster de la que es difícil bajar a menos que, primero, se reduzca el ritmo de trabajo y, después, se calme la ansiedad que implica tener muchos plazos que cumplir. Solo entonces se pueden ubicar las prioridades, crear un nuevo orden entre ellas y reencontrarte con los motivos que te lanzan a ver la vida misma como un proceso artístico más.
The object lab, o el laboratio de objetos, surge en medio de una larga respiración, de una larga mirada hacia el interior; surge de un freno pisado en mitad de la ruta para poder mirar con detenimiento el paisaje alrededor, para mirar también hacia atrás, lo recorrido, y evitar nostalgias para poder obtener certezas del camino que se quiere recorrer en los tantos futuros por venir.
Sin embargo, no es una etapa de regocijo estático, más bien es una etapa de experimentación, de vuelta a la ilusión, de conocerse por partes y repartir el conocimiento, desde la tranquilidad, desde la certeza de saber que el arte primero se crea para uno mismo, se crea sin pensar en el público, se crea por el placer de crear...
Si miramos detenidamente la nueva colección de Koko Che Jota, veremos cuadros aún llenos de rincones que son hogares, de símbolos, pero en los que las mujeres que servían de modelo han desaparecido, porque los nuevos lienzos se han convertido en espejos donde por fin puede mirar y verse a sí misma; veremos esculturas y cerámicas que no existen por sí solas, sino que fueron objetos pintados que pertenecían a cuadros anteriores, a colecciones previas, donde estaban acompañados de más cosas y más gentes, pero ahora han tenido la voluntad hacerse reales en sus manos, han deseado experimentar la sensación de estar vivos, de ser moldeados, de ser vistos como lo que siempre fueron: únicos. No parte de una obra, sino obras conviviendo juntas en un lienzo, en algún otro lejano contexto, esperando la oportunidad de no ser obviados.
Ensuciarse las manos, la ropa, y cometer errores que solo son errores a los ojos de los adultos más aburridos y oscuros; ensuciarse las manos, justo como hacemos cuando somos niños entre el barro y las plastilinas. No preocuparse por la limpieza, sino por el aprendizaje, centrados en la diversión; no pendientes del tiempo que pasa, del reloj que te diga cuando es hora de dejarlo, sino en el instante real, preciso, irrepetible, en el que Koko se ha querido sumergir para disfrutar de su nuevo laboratorio, para disfrutar como nunca antes de la creación de su propia obra.